El Growth Hacking es una disciplina que, aunque está proliferando entre las empresas, tiene sus orígenes en el mundo de las startups.
Las primeras startups se encontraron frente a una necesidad acuciante de crecer sin poder hacer grandes inversiones. Fue frente a esta situación, cuando empezaron a surgir técnicas creativas de crecimiento que luego conformarían la práctica de Growth Hacking.
En pocas palabras, el Growth Hacking es una disciplina que busca el mayor crecimiento de negocio mediante el mínimo gasto posible.
Por ello, un buen Growth Hacker debe moverse entre lo técnico-analítico y lo inquieto-creativo. Debe conocer lo suficiente de negocios pero también tener el suficiente ámbito de actuación para poder pensar y actuar fuera de los parámetros estándares.
Un Growth Hacker analiza el modelo de negocio junto a las partes que lo componen y cómo estas interactúan entre sí. Mediante dicho análisis, reconoce aquellas zonas del negocio cuya optimización reportará un mayor incremento del beneficio suponiendo un coste económico mínimo. A continuación, pasa a una fase de experimentación contínua en la que ejecuta pequeñas acciones con las que pretende lograr tal optimización.
Si bien puede sonar muy técnico, el Growth Hacking es en realidad una disciplina sencilla y fácil de aplicar una vez se entiende.
Una de las características del Growth Hacking es que se puede aplicar a cualquier sector, incluido el de los supermercados. Cabe decir sin embargo que esta disciplina abarca tanto estrategias de comercialización como estrategias de producto y estrategias de negocio: por eso las acciones van más allá que simples acciones de marketing.
Para aplicar dicha disciplina, lo primero que debemos hacer es establecer un objetivo de crecimiento. Este objetivo, siguiendo la filosofía SMART debe ser específico, medible, alcanzable, realista y temporal. Un ejemplo de ellos podría ser “Queremos aumentar un 7% el ticket medio en un total de 3 meses. Como podemos ver hemos concretado lo que queremos lograr de manera realista, hemos establecido un porcentaje de incremento y un tiempo límite para conseguirlo y además hemos tenido en cuenta las métricas para medir sus resultados.
Una vez establecido el objetivo de crecimiento debemos seleccionar la palanca que accionamos. La palanca, tal y como su nombre indica, es la estrategia que nos reportará mejores resultados mediante el menor esfuerzo posible.
Si seguimos con el ejemplo relatado,
- ¿Cómo podríamos lograr aumentar el ticket medio?
- ¿Resultaría efectivo potenciar los productos más vendidos?
- ¿Podríamos ofrecer gastos de envío gratuitos a partir de cierto gasto?
- ¿En la web, podríamos usar la venta cruzada mostrando productos relacionados con el que el usuario está viendo en esos momentos?
- ¿Sería efectivo ofrecer un sistema de puntos o descuentos? ¿Podríamos enviar un catálogo de productos según los hábitos del consumidor?
Todos los experimentos que llevemos deben quedar registrados y además debemos monitorizarlos y analizarlos.
Finalmente, el último y más importante paso será registrar todos los aprendizajes. Debemos llevar un registro de todas las acciones que realizamos junto a los resultados y los datos obtenidos y los aprendizajes realizados. Esto nos permitirá crear una base de datos que al cabo de un tiempo podremos analizar y detectar patrones gracias a los cuales podremos descubrir qué es lo que funciona y qué no.
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